Oración al Santísimo


Oración al Santísimo

Señor Jesucristo, 
    el Mesías de Israel, 
    el Unigénito de Dios, 
    el Cordero de Redención, 

Que nuestras lenguas sean mansas.

Que nuestros dientes mastiquen 
    la pureza de cada mandamiento tuyo.

Que nuestras bocas sean sabias. 

Que nuestras gargantas produzcan
    y dejen fluir la vida eterna tuya. 

Que nuestros labios sean las flores de tu Espíritu;
    Que sus frutos florezcan y enriquezcan
        a cada imagen de Dios, a todos nuestros prójimos. 
    Que el jugo que surge de sus frutos,
        mediante la presión inmensa de la disciplina, 
        muestre la potencia de tu sangre,
        la que fue derramada en Gólgota,
        sobre la tierra para lavarla
        de nuestros hechos indóciles.

Que la palabra de tu muerte en nuestros corazones,
    a medida que clamamos al cielo y testificamos al mundo,
    mediante el aliento conferido y prestado
    del Dios Altísimo a nuestros pulmones de polvo; 
    purifique a nuestra conciencia y
    que tal pureza potencie la voz tuya en la tierra, 
hasta la renovación y recompensa prometida vienen
    para resucitarnos por siempre;
    para estar siempre contigo en la presencia santísima de Dios,
    unidos siempre en ti— en amor por ti—
    de conocer la unión eterna de los cielos y la tierra,
    unión la cual se realiza y se da a conocer solamente en ti; 
hasta que se cumple la voluntad de nuestro Padre Celestial
    en toda la creación;
    en aquel día y a tal hora,
    que únicamente él ha determinado,
    para que se revele sin tardar ni fallar en su realización. 

Jesús el Mesías,
    perdónanos, por favor, 
    y que aflore en medio de nosotros
    la sabiduría y el poder de tu cruz,
    en la cual nos salvaste de la condenación,
    por la gracia que otorgas
    mediante la fe en tu nombre. 

Renueva tu creación, 
    para tu gloria y para tu reino. 

Que sea así, por el nombre tuyo,
    Señor Jesús. 

    Que los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón
        sean gratos delante de ti,
        oh SEÑOR, Roca mía y Redentor mío.

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